domingo, 11 de septiembre de 2011

ELEMENTOS por OSCAR PORTELA




"Ignatius" del latín - preferiría ingrato, y tal vez lo sea- pero debo remitirme a aquel poema de Nietzsche que dice ": "Conozco mi destino/ como la llama abrazo todo lo que toco/ y lo convierto en cenizas" (no textual): sin embargo, la combustión en que me desintegro en forma casi permanente, surge de las aguas: son llamas que arden en lo profundo de límpidos arroyos, y se elevan a lo profundo del cielo. Aunque el Éter no sea mi elemento, así lo creo, también por Venus, la luna rige los eventos que marcan el destino de mi vida, y el feroz Tauro, y el Tigre de Metal, enraizados en la tierra, son los pasadizos por los cuales bajo a lo profundo del Averno. Tierra, cielo, agua y aire, forman la cruz que Heidegger trazó de ésta manera: tierra, cielo, mortales, inmortales: agua para los mortales, heridos por la sed de absoluto y aire para los etéreos que se disipan en el Olimpo, olvidados de las penurias de la tierra. Esa penuria que le hizo decir a Artaud, todavía no estamos en la tierra, más creo como Trakl que aunque el alma sea peregrina sin morada, si, la tierra y solo la tierra, es el ámbito donde crece el espíritu y así somos como vegetales que luchan por perpetuarse en un denso bosque, y no otra cosa. En "Teseo", Gide declara por boca del héroe su fidelidad a la tierra, a esta donde hemos enterrado a nuestros muertos, y clavado nuestro corazón, a esta infernal morada, a esta bóveda fija, que es nuestra prisión, pero también el ámbito de "Lo Abierto" - donde la "lichtung"- sombra y luz juegan la danza del olvidado claroscuro - no la luz que abre desde arriba una comarca, no el "lumen", sino la gracia de lo que se da, se dona y puede retirarse, por que de esta alianza nace el lenguaje poético.

La piedra, el hielo, o el silicio, no tiene lugar en esta rúbrica, donde nos prometemos a las bodas de Himeneo, aquellas olvidadas, por el ansia de la otredad, del ilimitado infinito, de una trascendencia siempre trascendida en si misma, de ese exceso tan buscado en donde - se dice - el pensamiento se detiene frente a lo indecible, como los mortales se detenían ante las Gorgonas.

Llama que se confunde con las aguas, tierra que todo lo sostiene, cuerpo de Dionisos mil veces destrozado, que muere y desaparece con sus hijos, para retornar eternamente, impulsado por la fuerza del deseo. Deseo es lo Ígneo, el agua es miel del Deseo, la tierra esa concavidad que ofrece todas las guaridas - incluso los pasadizos más secretos -, y Deseo es aquel cielo estrellado, que nos contempla llamándonos a esa soberana calma de los inmortales, de los cuales somos hijos, por imperio de la fuerza de Titanes. Y deseo es el todo lo lustral, todo lo que se repite sin identidad ninguna, sino el goce que quiere Eternidad, mientras el dolor dice pasa (Zaratustra) : deste modo, cuando el hombre vuelva del espacio , desde la apertura física que le proporciona el cálculo físico- matemático, sólo le quedará como en la obra de Lem, la contemplación de los endriagos en el agua, de una tierra donde, del mismo modo que en el agua, arden las llamas del espíritu, convertidas en cenizas, pero vueltas una y otra vez a corporizarse, en el Eterno Retorno de lo Mismo.

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