EL CORAZÓN
Escucha el corazón de la piedra. La estalactita
Escucha. Escucha los lamentos del viento.
El corazón de Nada escucha. Escucha es corazón.
Y vértigo. El pino en las alturas mira el abismo
Sin temer lo oscuro. Escucha. El corazón escucha.
Asimismo se ausculta el corazón y advierte
La intemperie. La incuria. La soledad que espanta.
El incubo que nace. La muerte que despierta.
La soledad que asfixia las cometas de un cuerpo
Que fue consagración de primavera. Y escucha corazón
Las plañideras flechas del deseo.
No es este el corazón que siente.
Es grafía del cuerpo y del espanto. Escucha
Tierra el corazón que nace de tus
Propias entrañas y asciende hacia lo mudo.
Hacia el azur profano. El corazón que mira
El cuerpo de Afrodita y se convierte en llanto.
Es este el corazón llagado. La lengua es su destino.
Los labios, las plegarias, las promesas.
El proemio de una historia de amor y de un
Cuerpo sin penas. Escucha corazón. El corazón
Escucha. ¿Recuerdas las tardes del estío,
El río que no vuelve, las riberas, los árboles,
La soledad sin fin y nosotros apenas desnudos
Y sin nombres vero- testamentarios?
Aquí estas corazón. Aquí tú escucha.
Tu final sin historias ni quejas ni llamados.
Escucha corazón y dime las plegarias
De una pregunta apenas. El Adamita espera.
Desnudo corazón tu escucha y pena.
El agua escucha.
Pasa y escucha las endechas del tiempo.
Las flechas con que Apolo hirió a Marcias y el canto
Con que florece el loto en las aguas del lago.
Escucha corazón. Escucha. Y dime todo. Todo.
Dame su joven cuerpo. Desnúdalo de nuevo y entrégalo
A mis cantos. A la oración primera. A las albas que Eros
Vio nacer en mi pecho. El corazón escucha. Escucha
El corazón y tañe la amapola, el lirio y la azucena.
Yo torno -je tournat - a vigilar lo pleno.
Construyo sobre escombros como Abel Posse quisiera.
Y allá en la luz de otro sangral poniente
Liza sonríe a solas ya para siempre.
Escucho corazón. Yo escucho. Soy tuyo aún.
Aun soy primavera. Escucha en la sonata de la luna
Que llama a todos y aún espera. Espera
La vigilia de un hombre que está solo y espera.
Escucha el corazón de la piedra. La estalactita
Escucha. Escucha los lamentos del viento.
El corazón de Nada escucha. Escucha es corazón.
Y vértigo. El pino en las alturas mira el abismo
Sin temer lo oscuro. Escucha. El corazón escucha.
Asimismo se ausculta el corazón y advierte
La intemperie. La incuria. La soledad que espanta.
El incubo que nace. La muerte que despierta.
La soledad que asfixia las cometas de un cuerpo
Que fue consagración de primavera. Y escucha corazón
Las plañideras flechas del deseo.
No es este el corazón que siente.
Es grafía del cuerpo y del espanto. Escucha
Tierra el corazón que nace de tus
Propias entrañas y asciende hacia lo mudo.
Hacia el azur profano. El corazón que mira
El cuerpo de Afrodita y se convierte en llanto.
Es este el corazón llagado. La lengua es su destino.
Los labios, las plegarias, las promesas.
El proemio de una historia de amor y de un
Cuerpo sin penas. Escucha corazón. El corazón
Escucha. ¿Recuerdas las tardes del estío,
El río que no vuelve, las riberas, los árboles,
La soledad sin fin y nosotros apenas desnudos
Y sin nombres vero- testamentarios?
Aquí estas corazón. Aquí tú escucha.
Tu final sin historias ni quejas ni llamados.
Escucha corazón y dime las plegarias
De una pregunta apenas. El Adamita espera.
Desnudo corazón tu escucha y pena.
El agua escucha.
Pasa y escucha las endechas del tiempo.
Las flechas con que Apolo hirió a Marcias y el canto
Con que florece el loto en las aguas del lago.
Escucha corazón. Escucha. Y dime todo. Todo.
Dame su joven cuerpo. Desnúdalo de nuevo y entrégalo
A mis cantos. A la oración primera. A las albas que Eros
Vio nacer en mi pecho. El corazón escucha. Escucha
El corazón y tañe la amapola, el lirio y la azucena.
Yo torno -je tournat - a vigilar lo pleno.
Construyo sobre escombros como Abel Posse quisiera.
Y allá en la luz de otro sangral poniente
Liza sonríe a solas ya para siempre.
Escucho corazón. Yo escucho. Soy tuyo aún.
Aun soy primavera. Escucha en la sonata de la luna
Que llama a todos y aún espera. Espera
La vigilia de un hombre que está solo y espera.
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EL VERBO Y LA CARNE
POEMA DE OSCAR PORTELA
A BRUNO SANTOS
De que luz primigenia. De que auroras
Nacidas al amparo de vulneradas muertes.
De que amarillas lunas ahogadas por el agua
De lagos primordiales como los elementos.
De que silbidos áureos que presagian
El transito del caos a la armonía cósmica
El alfarero inaugural hizo tu cuerpo de la arcilla
Más pura desta tierra, oh Bruno a torbellino y
Magia condenado. Tú eres la tierra adolecida
De toda la inocencia de un devenir sin deudas
Y el milagroso azar que nos corona con recia
Aristocracia del más audaz deseo de la especie.
¿Que alfarero y chaman mojó sus dedos en las
Dolientes viseras de un pájaro para
Amasar tus labios, ánforas que contienen toda
Las endechas del mundo? ¿Que coreutas osados cantaron
El nacimiento de tus formas cinceladas en ébano
Cubiertas por tu carne trabajada en arcilla
Santificada por la aurora de América?
¿Que chaman te bautizó en la cuna de verde césped
Humedecido por el rocío del alba primigenia?
¿Que sinuosos ríos de montaña dibujaron tus caderas
Que huyen de las manos del hombre y de todo poema?.
Y tus desnudos muslos que envidian las efigies
Y rompen los harapos de humanas vestiduras
Para surgir desnudos y perfectos como la melodía
Que los vientos ponen en las florestas para que todo
Asombro bañe la hermosura de un Dios que esperará
La hora de bendecir el suelo que nos toma y tomará
Nuestros deseos todos para quemarlos en la hoguera
Del amor deseado y devolverlos a la tierra fértil
A la que pertenecemos los mortales y dioses
Que embellecen las horas de los días terrestres.
No hay templos para ti, oh Bruno, ni poemas que no se rompan
Por que eres mas bello que el verbo convertido en palabra.
Porque tú justificas todo el dolor del mundo.
Tu belleza es el premio y la eternidad del oro.
El dolor dice pasa pero el goce quiere contemplar tus fulgores.
La eternidad efímera del búcaro que no puede morir
Y vuelve eternamente como los dioses de la tierra que son
El salmo de la tierra misma y tu su encarnación oh Bruno Santos.
A BRUNO SANTOS
De que luz primigenia. De que auroras
Nacidas al amparo de vulneradas muertes.
De que amarillas lunas ahogadas por el agua
De lagos primordiales como los elementos.
De que silbidos áureos que presagian
El transito del caos a la armonía cósmica
El alfarero inaugural hizo tu cuerpo de la arcilla
Más pura desta tierra, oh Bruno a torbellino y
Magia condenado. Tú eres la tierra adolecida
De toda la inocencia de un devenir sin deudas
Y el milagroso azar que nos corona con recia
Aristocracia del más audaz deseo de la especie.
¿Que alfarero y chaman mojó sus dedos en las
Dolientes viseras de un pájaro para
Amasar tus labios, ánforas que contienen toda
Las endechas del mundo? ¿Que coreutas osados cantaron
El nacimiento de tus formas cinceladas en ébano
Cubiertas por tu carne trabajada en arcilla
Santificada por la aurora de América?
¿Que chaman te bautizó en la cuna de verde césped
Humedecido por el rocío del alba primigenia?
¿Que sinuosos ríos de montaña dibujaron tus caderas
Que huyen de las manos del hombre y de todo poema?.
Y tus desnudos muslos que envidian las efigies
Y rompen los harapos de humanas vestiduras
Para surgir desnudos y perfectos como la melodía
Que los vientos ponen en las florestas para que todo
Asombro bañe la hermosura de un Dios que esperará
La hora de bendecir el suelo que nos toma y tomará
Nuestros deseos todos para quemarlos en la hoguera
Del amor deseado y devolverlos a la tierra fértil
A la que pertenecemos los mortales y dioses
Que embellecen las horas de los días terrestres.
No hay templos para ti, oh Bruno, ni poemas que no se rompan
Por que eres mas bello que el verbo convertido en palabra.
Porque tú justificas todo el dolor del mundo.
Tu belleza es el premio y la eternidad del oro.
El dolor dice pasa pero el goce quiere contemplar tus fulgores.
La eternidad efímera del búcaro que no puede morir
Y vuelve eternamente como los dioses de la tierra que son
El salmo de la tierra misma y tu su encarnación oh Bruno Santos.
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UN ADIÓS DE OSCAR PORTELA
a Christian Binderfeld
Perdido el fuego del aliento que los Dioses
Depositaran en lo profundo de mi boca
¿Adonde huir, ah decidme vosotros:
Hacia que calmos lagos donde duermen
las algas, oh vasto mundo y
abandonar mis sueños y deseos
volados hacia el invierno más letal
donde sucumbe el alma de la forma?
Gotas de sangre caen de mis ojos.
Adiós. ¿Quién habla ahora y en nombre
de que loa aún a la tierra?
Vasto mundo, vasto mundo: alguna vez
amé su cuerpo y mis voces hablaron
por su ebria alegría y mi años florecieron
repentinos como el relámpago
en sus manos transformadas en fuentes:
Una flor de lapacho perforaba mis ojos.
Restancias del deseo. Si me llamara Raimundo
vasto mundo sería apenas una rima
y no una solución.
Adiós palomares silvestres.
Todo lo noble se ha esfumado del mundo
ahora que los Dioses abandonaron
al amigo del solar y la endecha.
¿Adonde ir decidme ya vosotros
apresuradamente: no se quien soy
y la sordera hace presa de mí:
Adiós memorias. Las nauseas me devoran.
Cumplidas que fueran las tareas
encomendadas a mi ambiguo destino
me despido ahora atentamente
de vosotros: Oscar Portela.
a Christian Binderfeld
Perdido el fuego del aliento que los Dioses
Depositaran en lo profundo de mi boca
¿Adonde huir, ah decidme vosotros:
Hacia que calmos lagos donde duermen
las algas, oh vasto mundo y
abandonar mis sueños y deseos
volados hacia el invierno más letal
donde sucumbe el alma de la forma?
Gotas de sangre caen de mis ojos.
Adiós. ¿Quién habla ahora y en nombre
de que loa aún a la tierra?
Vasto mundo, vasto mundo: alguna vez
amé su cuerpo y mis voces hablaron
por su ebria alegría y mi años florecieron
repentinos como el relámpago
en sus manos transformadas en fuentes:
Una flor de lapacho perforaba mis ojos.
Restancias del deseo. Si me llamara Raimundo
vasto mundo sería apenas una rima
y no una solución.
Adiós palomares silvestres.
Todo lo noble se ha esfumado del mundo
ahora que los Dioses abandonaron
al amigo del solar y la endecha.
¿Adonde ir decidme ya vosotros
apresuradamente: no se quien soy
y la sordera hace presa de mí:
Adiós memorias. Las nauseas me devoran.
Cumplidas que fueran las tareas
encomendadas a mi ambiguo destino
me despido ahora atentamente
de vosotros: Oscar Portela.
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